viernes, 27 de abril de 2012

El arte de precipitarse.

Entre lagañas y somnolencia supendí la alarma del reloj por 5 minutos más, esos que hacen la diferencia entre entre el mal dormir y un descanso provechoso. Aquellos 5 minutos se convirtieron en media hora, y entre el desvestirme y volverme a vestir pasó media hora más.

Llegué amarrando mis trenzas a la parada de autobús, me peiné una vez dentro de un "camastrón" con ruedas, y a las 9 de la mañana puse los pies dentro del salón de clases. Me había saltado la clase de biología, por dormilona, por perezosa, por floja, por cinco minutos más. Además de eso no estaba segura si me había acicalado bien, y por alguna razón no me importó, posé mis pies sobre la base del pupitre delantero, golpeaba su espaldar con mi lápiz de grafito y pensé en las consecuencias de haber perdido aquella clase; la perdí, -pensé- y con éste aspecto -agregué-
En pleno barajar de mis cavilaciones estaba, cuando hizo su entrada el regordete profesor de química. Plantó su brazo sobre la puerta metálica y anunció: "nadie entra después de mi, y al que no le guste se va. Jefe es jefe aunque mal mande".
Uff, de la que me salvé -pensé-

Hoy vamos a hablar de precipitados, y de precipitación; la precipitación ocurre cuando una sustancia insoluble se forma en la disolución debido a una reacción química, o a que la disolución ha sido... Y puf, ahí pasó, el efecto Homero Simpson, veía el rostro del profesor y solo escuchaba: bla, bla, bla, bla,... luego imaginé lo que yo entendía por precipitación y vi la lluvia caer en mis pensamientos. Esta clase es una mierda -pensé, quizá de forma precipitada, tal vez-
Autista en mi mundo lluvioso estaba cuando el profesor, punteando mis pies con sus zapatos me preguntó: es o no es así?... mi cara de aterrizaje forzoso delató mi ignorancia.
No, no es así -le dije mientras me levantaba del pupitre, lista para salir pateada del salón después de la alocución que me iba a lanzar- ¿Sabe que es precipitarse? Precipitarse fue lo que hizo la Diosa Atenea cuando Poseidón violó a Medusa y ésta la castigó convirtiendola en aquel monstruo atroz. ¿Qué culpa tenía la pobre de ser tan bella? Precipitarse es lanzarse deliberadamente sobre una ilusión y hacerse para si un par de pajaritos pintados. Precipitarse es tomar la decisión fugaz de besar a quién no lo ha pedido, de buscar a quien no quiere ser encontrado, de confesar algo que no debe ser confesado. Precipitada fui yo al buscar aquellos ojos de oro antes de que ellos me buscasen a mi. Si, eso es precipitarse.

Fui observada por todo el salón como quién ha cometido el peor de los sacrilegios. Acto seguido, unos dedos señalaban la puerta. Salí.
Reprobé química como era de esperarse, y mientras revisaba mis patéticas notas me pegunté si había actuado de forma precipitada, ja, y con aquel aspecto, qué importa ya.

El tiempo pasó y hoy me precipito de otras formas, igual de torpes, igual de ingenuas, igual de sublimes, igual de mí. En mis manos se precipitan algunos medicamentos de vez en cuando, y es solo entonces cuando recuerdo aquella clase infame. De mis pupilas se precipitan las lágrimas a salir cuando se hiere el sentimentalismo que me precede. Mi corazon bombea sangre a mi cerebro de forma precipitada para que así pueda vivir mejor. Y nada de lo anterior me ha hecho arrepentir aún.

Vivo con precipitaciones en el alma y amo igual.
Después de todo, la vida es muy corta para no amar precipitadamente.

2 comentarios:

  1. Sumaré tu frase final a esos lemas para vivir que tengo. "La vida es muy corta para no amar precipitadamente"

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  2. De esta Neblina puedes tomar lo que te sirva. :) Saludos.

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