miércoles, 5 de octubre de 2011

El duende de las metras

Historias envueltas en Niebla Espesa.


A las 12 del medio día y con el sol extrañamente oculto me encontraba saltando charcos que la lluvia dejaba en las aceras, veía al cielo y pensaba que la lluvia caería de nuevo antes de llegar a casa, pero mis pensamientos se mezclaban, no quería la lluvia porque eso equivaldría a que el patio estaría muy mojado, y en la tierra fangosa no se puede jugar a las metras.

Borgito era no se cuantos años mayor que yo, era solitario, a pesar de que tenía mas hermanos que nadie, siempre entraba a la casa por la parte de atrás, yo conocía sus pisadas en el monte que rodeaba la casa, y cuando le oía llegar corría al patio para ver que traía de nuevo. Los momentos alegres de infancia alegre renacen en los dias donde el recuerdo se torna consolador.

Un frasco de cloro vacio llevaba ese día en las manos, bueno, no estaba vacio, estaba lleno de metras, al verlo me impresioné, recordé que el día anterior el  frasco estaba por la mitad, y le pregunté si había comprado mas metras, me dijo que no, que se les había ganado en una partida contra niños mas grande que él y en un barrio bien lejano al nuestro. Guaoooooo, Borgito era mi héroe (sonrisas). Su habilidad para este juego era realmente envidiable, incluso se encargó de enseñarles “el arte” a sus hermanas y éstas también eran muy diestras, muy distinta era mi situación, por mas que me esforcé nunca tuve la suficiente habilidad deseada para las pichas (así decíamos en mi pueblo)

Mi vicio era tan grande que le dije que jugaría de noche si en el patio hubiese luz, y fue en ese momento cuando Borgito me dio un consejo: “No, no juegues pichas de noche, es peligroso; te puede salir el duende de las pichas”. Lo miré fijamente por segundos que parecieron siglos mientras pensaba: Bahhh me estas jodiendo la paciencia (si, los niños como no deben decir groserías las piensan) ¡No te creo! le dije, me miró fijamente y contestó: “Es en serio, a mi me salió”. No se por que, pero le creí, él no tendría motivos para mentirme, pero le pedí que me trajese una prueba de que él había jugado metras con un duende.

Al día siguiente Borgito llego en la tarde con un frasco diferente, era de vidrio color ámbar, y tenía una especie de pequeño corcho por tapa, me dijo casi secretamente: “aquí están, estas son las metras que le gané al duende, no las saques, solo míralas por la boquilla de la botella”, las miré, y eran pichas grandes, de colores hermosos, diferentes a las que comprábamos en la bodega, yo quería sacarlas del frasco pero él me dijo que solo las podía sacar para jugar con otros duendes.
Le pedí que me contara como fue esa partida contra el duende y después de tumbar unos mangos y sentarnos bajo una de las matas en el patio, Borgito comenzó su relato:
“Yo era vicioso como tú, jugaba en todos lados y contra quien sea, no me importa si son mas grandes que yo o si tienen mas pichas que yo, juego igual, sin miedo. Una tarde jugué en mi casa hasta las 6, y poco a poco cada uno de los jugadores se fueron retirando, la noche cayó rápido y cuando me di cuenta ya estaba todo oscuro y estaba solo en ese patio, no me importó y seguí solo, me agaché, hice la riña y encerré en el circulo 5 metras, cundo puse la última vi una sombra a mi lado, pensé que era mi mamá que venía con un regaño pero no, la sombra se difuminó un poco y luego vi unos zapaticos feos frente a mi, del otro lado de la riña, alcé la vista y lo vi, era un duende, tenia una camisita marrón con botones dorados que brillaban en la oscuridad, los pantalones eran verdes y tenía listones igual de doradas, pero lo que mas me llamó la atención fue el sombrero, era extraño pero muy llamativo, me gustaba el sombrero, bueno, él metió la mano en su bolsillo y sacó 5 metras, las metió en la riña y me dijo con una sonrisa fea: vamos a jugar. Jugamos, saco rápido tres pichas de la riña y me tocó a mi, pensé: ¿que pasará si pierdo? Y ahí tuve miedo, jugué, saqué tres yo también y luego le tocó a él, saco una mas y falló, quedaban tres metras, y las tres eran de él, me concentré y no fallé, seque las tres que quedaban y gané, el duende se quedo agachado al lado la riña y en ese momento brinqué, le quité el sombrero y me fui corriendo hasta la puerta del patio, me detuve, voltee y el  duende aún estaba ahí, viéndome fijamente, con rabia, me grito que el sombrero no estaba en juego, pero que con él podría ganarle a quien sea. Entré a la casa, cerré la puerta y en mi cuarto examine bien las pichas que le gané y el sombrero, al otro día en el medio de la riña estaba esta botella con mas pichas dentro, he perdido unas jugando con otros duendes, me pongo el sombrero cuando ellos aparecen y se me quita el miedo, juegan bien, pero no se emocionan como nosotros, son aburridamente competitivos”.

Nos reímos, me divertí siendo cómplice en el relato, y una noche de osadía extrema Salí  al patio, repetí la rutina y entonces, justo en ese momento apareció un duende, lo supe pues la descripción era exacta, solo que a mi no me pareció tan feo este duende, por supuesto no jugué, sabía que no iba a ganarle, el resto es historia, cada vez que recuerdo esa noche me asomo debajo de la cama y ahí aún brilla intensamente los botones de oro en un sombrerito negro.


P.D: Borgito en solitario hoy lucha contra sus propios duendes, y yo de lejos espero que salga vencedor… ¡Como siempre!

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