miércoles, 2 de marzo de 2011

Ese 27... Febrero 27!!


Unos días de reflexión constante bastaron para traer en vagas letras lo que hace 22 años ocurrió en mi país… Si dejo pasar unos segundos más, al escribir, mi cerebro trae al pensamiento imágenes difusas pero que hoy puedo relatar sin mucho esfuerzo; se los contaré, y debo agradecer primero que nada a esas circunstancias poco casuales en las que llegan algunas interrogantes y, que sin duda dispersan lo casual para que el pasado tome vida y se manifieste con el único objetivo de dejar un sustento más para el futuro que crece con curiosidad.

Todo empezó con una pregunta: - ¿Maryú y donde estabas tú el 27 de febrero de 1989?-

En mi hogar todos se levantaron muy temprano ese lunes, mi abuela me despertó como todas las mañanas para ir a la escuela, pero rápidamente se enteró por los vecinos que ese día no habría actividad escolar

-“¡es que en Caracas hay peo!”- dijo el vecino de lentes cuadrados y voz ronca.

Él era educador y estaba más informado que nosotros, pues en mi casa no había televisor, solo un viejo radio que sintonizaba las emisoras que quería y cuando quería.

Así se vivía en mi casa en aquel tiempo, sin saber si al día siguiente tendríamos pan para llevarnos a la boca.

Nada de eso causaba gran asombro en mí, apenas tenía 6 años y la única noticia emocionante en ese momento era que no tendría clases por unos cuantos días. Así pues, de nuevo en casa, dejé las bolsas sobre la mesa y corrí a la casa de mi vecina, crucé el alambrado ensuciándome las manos y me despeiné un poco cuando mi cabello quedó enredado entre un filo sobresaliente del alambre y el gancho que llevaba puesto en la cabeza.

Mi amiga y vecina Yoli tenia como 3 años más que yo, y cuando la vi entendí que era algo serio lo que pasaba, ella tenia familia en Caracas y la preocupación de sus padres le afectaba, me dijo que El Presidente había dicho cosas por televisión la noche anterior, y que la gente salió a las calles a protestar por aquello que dijo. Yo la escuchaba atentamente pero seguía sin entender.

A las 6 de la tarde cerraron la puerta de mi casa y apagaron las luces, a lo lejos se oían sirenas, yo, asomada por un hueco en la ventana veía como pasaban patrullas de policías y militares a cada rato, era como si buscaran a alguien, como si persiguiesen "ladrones". Ésa noche mi tío tenia que ir hasta otra casa, por alguna razón que ahora no recuerdo, esperó pacientemente a que los guardias dejaran de pasar, y cuando el silencio se hizo casi universal abrió la puerta, se despidió y salió corriendo. Detrás de él mi abuela se ocupó de cerrar la puerta con cautela, a la vez que pronunciaba; -"Ten cuidado mijo". –

Me quedé observando por la ventana y vi como con sus dotes de corredor mi tío se alejaba cada vez mas del hogar, pero de pronto lo vi detenerse, a lo lejos aun podía divisar su figura, su mono rojo y su camisa blanca sin mangas, se detuvo y alzó los brazos al aire como en señal de rendición, contuve la respiración y corrí hasta la otra ventana para ver mejor qué ocurría, mi corazón brincó de pánico cuando vi una camioneta oscura con las luces apagada y cinco soldados armados que lo rodeaban y apuntaban como a un criminal, temí por su vida, temí por la vida de mi abuela que también contemplaba en silencio lo que pasaba.

Noté que gesticulaba parsimonioso, sin pretensiones, señalaba nuestra casa y señalaba el camino que se disponía a tomar, lo revisaron, lo empujaron y por un momento pensé que le golpearían con sus armas, pero por alguna razón, no fue así. Lo dejaron ir, siguieron su camino en medio de la oscuridad, con sus luces apagadas y prestos a "salvaguardar" sabrá Dios a quienes.

Cuando lo vi al día siguiente le pregunté: ¿Tío, qué te dijeron, qué te preguntaron? Y el contestó con una sonrisa -solo para disipar mis nervios-:

-Nada, que para donde iba, y por qué había salido si sabía que había “toque de queda” en todo el país, y que después de las 6 de la tarde nadie tenía que andar en la calle.-

En ese momento entendí por qué estaban las luces apagadas desde temprano, por qué todos hablaban en susurros, por qué todos estaban nerviosos, sabía que los militares tenían que ver con todo eso y empecé a sentir animadversión por lo que desde ahí, siempre creí que representaban: la opresión contra los indefensos. (Mi opinión varió un poco al respecto con el pasar de los años… solo un poco)

Entre los días 28 y 29 y, gracias al poder adquisitivo de mis vecinos pude ver en imágenes lo que ocurría en Caracas, fotos de personas que corrían con grandes cajas y bolsas sobre sus hombros, policías que disparaban, sangre en las aceras, cuerpos sin vida en el pavimento. Recuerdo claramente la imagen de un hombre con una pierna de ganado sobre su espalda, y seguí entendiendo, la gente lo hacia por una sola razón: El hambre.

Entendí que ellos no tenían gallinas ni vecinos con gallinas a las cuales sacrificar cuando sus hijos le pidieran comida, entendí que la remuneración de sus trabajos no era suficiente para costear sus necesidades, entendí que ellos estaban peor que yo, porque seguro su situación era tal que no sintieron temor de salir a la calle para reclamar por la fuerza lo que necesitaban, para gritarle al mundo que ése gobierno no actuaba de acuerdo a las necesidades del pueblo y que no le importaba la vida de esos seres humanos.

Hoy, después de 22 años de aquellos sucesos, hay videos y reportes que dicen que fueron tantos los muertos y fue tanta la tragedia que no se tiene una cifra oficial sino aproximada de las personas que perdieron sus vidas. De los cientos de muertos encontrados, una gran parte fue sepultada en fosas comunes, en un lugar donde el nefasto gobierno de aquel entonces denominó “la peste”. Eso representó la vida de aquellos que sólo pedían comida, fueron la peste los que dejaron de respirar añorando un cambio trascendental, fueron la peste los que cerraron los ojos sin saber que sus familias jamás dejarían de llorarlos por ni siquiera saber el paradero de sus cuerpos. Fueron la peste los que hoy yacen vivos en recuerdos aun clamando JUSTICIA.

Hoy, muchos pretenden que olvidemos lo que ocurrió, mi memoria es vaga en cuanto a estos sucesos pero jamás olvidaré aquellas imágenes, jamás podrán borrar el temor que sentí al pensar que mi tío perdería su vida aquella noche. No puedo imaginar así el dolor de las madres, esposas e hijos de quienes murieron clamando atención. Poco me importa hoy si eran izquierdistas o derechistas, poco me importan hoy si eran revoltosos o no, solo sé que murieron, que la muerte tal y como la he contemplado seguirá siendo incólume ante los colores políticos.

Lo que me importa hoy, es que mañana cuando mi hijo abra los ojos al mundo, conozca de ésta historia que hoy pretenden que olvidemos. Si, Alejo, esto es para ti, para que jamás permitas que te disfracen el pasado de dolor que tuvo que vivir este país por unas cuantas bolsas de comida, para que siempre te sientas pueblo, para que comprendas por qué hoy hablamos de socialismo, de revolución y de igualdad, para que en tu sentir de pueblo no olvides que hay una lucha que se libró a sangre y sin temor para que hoy tu puedas sonreír cada mañana después del vaso de jugo. Para que en tu sentir de pueblo; tus hijos sigan conociendo la historia, es tu deber que ellos también tengan memoria, memoria de pueblo. Memoria de pueblo valiente.


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