El viento no dejaba de ondear la cortina blanca con la lazo negro colocada en la puerta principal de la casa, los viejos mantenían
conversaciones calladas, todos se miraban de forma huidiza, algunos con ojos hinchados por las pocas horas de descanso y otros mas alejados aun tenían
lágrimas que derramar. Mis pasos eran cortos, recuerdo mis zapatos negros con medias blancas, eran los zapatos favoritos, quizás porque eran los únicos que tenía y me hacían sentir cómoda (he apreciado la comodidad física desde niña) Te recorrí varias veces de pies a cabeza sin atreverme a mirarte de cerca, pude rodearte un par de veces mas huyendo ante esa posibilidad a pesar de que nadie me obligaba a hacerlo; luego le atribuía a mi enanismo mi continua negativa como si eso iba a
justificar de por vida el hecho de no querer asomar mi mirada inocente. De pronto alguien me levanto en sus brazos... - ¿Quieres verlo?- Ni siquiera pude contestar, las
justificaciones perdieron sentido, abrí bien los ojos y ahí estabas tu, tus ojos chinos contrarios a los míos, tu cara parecía muy limpia, como si acabaran de lavarla, tu nariz se veía normal, tus cabellos negros estaban intactos, lo mejor de todo era la media sonrisa que se asomaba, era como irónica pero a la vez
satisfactoria. Te vi, luego mis zapatos tocaron de nuevo el piso y prepare mis pies para alejarme. Creo que aún no preparo mi alma para despedirte.
Casi no pude dormir esa noche por el bullicio, ¿ o quizás era el miedo que me producía saber tu cuerpo sin vida a pocos pasos de mi? -No lo se. Amaneció muy rápido, la mañana se tornó silenciosa y pronto me vi con el vestido que menos me gustaba y los mismos zapatos de la noche anterior - Por lo menos estoy cómoda - pensé. Un autobús escolar empezó el trayecto y al llegar al cementerio todos se desbordaron el llantos incesables, no recuerdo si yo también lloré pero recuerdo la abertura del cajón y una voz que dijo: - Ven Cristina para que te despidas y lo veas por ultima vez - La voz de Cristina ya ni se oía, las palabras atoradas por el llanto no eran comprensibles pero al menos habían muchos brazos para sostener su dolor.
Unos minutos después derramaban tierra sobre ti y al medio día ya estabas en tu "ultima morada", así te fuiste, llevándote millones de incógnitas y misterios irresolubles. Mi recuerdo está intacto: Yo en tus hombros por la carretera camino al rió "llévame como caballito" te pedía, y siempre me complaciste. Desde mis 8 años hasta hoy las mismas preguntas llegan, se incrementan cada año desde el día 21 del 1991, sin duda ese diciembre y todos las que siguieron han sido diferente. ¡¡Para mi en Navidad siempre hay ausencias que recordar!!
El sol que reinó sobre mi infancia me privó de todo resentimiento. ( Albert Camus)
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