sábado, 23 de febrero de 2013

A tí... ¿Con amor?

Caracas está muerta, sus gusanos tratan de devorar la poca carne pútrida que se le adhiere levemente al hueso. La roen a más no poder.

Lo descubrí recién, cuando en un ataque de osadía terrorista y valentía impertinente decidí venir aquí para ser una especie de "especialista certificada" (ésas mamaguevadas de la vida).

Aquí todas las historias se parecen, rostros y rastros desconocidos se agolpan en mis pupilas, tropiezo torpemente con ellas, queriendo adivinarlas y me percato perdida. Pero sí, quiero adivinar, adivinar qué piensa ésa mujer cuya mirada se incrustó en el piso del vagón del metro desde que abordó en "Los Dos Caminos" hasta que se bajó en "Capitolio". ¿De qué tamaño serán sus miedos? Gigantes seguramente, no pueden ser minúsculas con cientos de años de dolor a cuestas. La veo y me veo, porque de seguro soy yo tratando de no rendirme, o mi madre tratando de que sus ojos milenarios sean más llamativos que sus tristezas. Sí, algunas de las tristezas de mi madre yacen en esta ciudad de ruidos, pero yo no vengo a redimirlas. Ése tiempo ya pasó.

Caracas está muerta, a pesar de que el Waraira es un cardiovertor a doscientos veinte jules que intenta inútilmente darle vida. Es un cadáver que levita entre torres: Las torres de parque central, las torres del silencio, la torre de La Peevisora, la torre I donde vivo, las torres con campanarios en la maldita iglesia que suenan cada mañana a las seis y treinta a eme despertando mis temores.
Torres: una oda al poder que bombardea permanentemente las veinticuatro horas del día, símbolos que se erigen como recuerdo de lo que nos oprime por los siglos de los siglos.

Lo descubrí recién, caminando por la avenida que me corteja con ese frío insolente y su ruido ensordecedor, es la misma avenida que muestra a la candorosa maternidad donde nací, donde después de cortar mi cordón umbilical lo lanzaron a un pote de desechos contaminantes junto con la placenta que me alimentó. Sí, aquí también yacen gotas de mi sangre. Pero yo no vengo a redimirlas. Ése tiempo no ha llegado.

Caracas nunca será más que un buen terreno para la guerra y de vez en cuando un papel limpio para la poesía.

(No amigo, no lo creo)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Disipa aquí