jueves, 23 de agosto de 2012

Papeles póstumos.

Historias envueltas en Niebla Espesa.
                       
                                    Club de los corazones resquebrajados.
                                                                    (I)


En la página número 115 del libro "Cuando amas debes partir", me sorprendió una confesión tipo invitación. El autor escribió: "Me gustaría escribir una crónica"

A mí también. -Pensé.

Mi dedo índice pulsó el interruptor que estaba en la pared interna de aquel baño a oscuras, la luz no se encendió, pulsé dos y tres veces más, como si con el sólo hecho de aplicar la fuerza repararía ese hilito metálico que se ve intacto al interior de las bombillas cuando están en buen estado.
No, la luz no encendió.

Bombillo quemado -adiviné- y luego, infructuosamente, traté de recordar cuándo fue la fecha de compra de dicho artilugio. Obsolescencia programada. -recordé-

Cuando entré en la habitación del desperdicio me di cuenta que ahí dormía plácidamente el objeto de mis repulsiones, un hombre de un metro ochenta pululaba en saliva somnolienta a las 12 a eme, el hedor a licor impregnaba el lugar, un desperdicio literal, una putrefacción intacta, no śe por qué me acordé de la cadaverina, sí, sí lo sé, era porque estaba a punto de convertirlo en cadáver.

Al estilo de Clint Eastwood pensé: "Debe haber más de cien razones para no volarte la cabeza, pero ahora no se me ocurre ninguna".

A diferencia de Eastwood; yo no tenía armas de fuego, un poco de ácido lisérgico casero, unos cien mililitros de cloruro de potasio, una jeringa grande y mucha arrechera eran los instrumentos que utilizaría para mi venganza.

Machacando el cristaloide que daría inicio a la fiesta, puse una cantidad inadecuada encima de su lengua, en pocos minutos el efecto se visualizó, las pupilas se dilataron como expresión tácita de que la droga estaba en su cuerpo y despertó contrariado, letárgico, indefenso. A mis órdenes se colocó un traje, saco y corbata para la ocasión, elegancia ante el heraldo negro. Lo senté en una silla y empecé a escupirle los motivos de aquella visita:

-Tú, tan destructor de sueños, tan cercano a la mentira que pareces tallado en ella o ella en ti. Tú, tan violento con tus manos y con la carroña que desprende tu boca te sientes valiente, invencible, tú, tan tacaño y tan mala cama, tan arrastrado que no mereces ni mi molestia. Pero voy a hacerte un favor, voy a librarte del arrepentimiento geronte cuando los años hagan su trabajo, voy a ahorrarte la pena de lloriquear -como lo hacías malditamente cada vez que me golpeabas a la cara- cuando te des cuenta que tu madre desperdició un óvulo al traerte a este mundo. Voy a...
 
Recitaba mi hiel cuando noté que ya tenía la jeringa incrustada en la vena cubital del brazo izquierdo, a cincuenta mililitros del cloruro de potasio su respiración cesó. Fue fácil, fue aburridamente fácil.

"Solo me consuela pensar que la muerte comienza en el momento mismo del nacimiento"... Así decía el escritor en la página 111 -Recordé-

Mi vejiga hizo lo suyo, en la oscuridad inapetente resolví que no me lavaría las manos, quería volver rápido a la cama a ver si recuperaba mi recién interrumpido sueño con el basquetbolista venezolano que está en la NBA.

Intento fallido, ni sueño ni soñar... solo vueltas y vueltas en la cama fría y gigante.

Guardar documento, releí; una carcajada redimió el silencio en la habitación cuyo baño tenía un bombillo quemado.

¿Y tú crees que esto es una crónica? -me pregunté-

Bah, apagué el computador y regresé a dormir.

4 comentarios:

  1. Ay, chama que miedo. Cuando me rasque es preferible que duerma solo...

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  2. Releí y una carcajada se me escapó. Leía como asustada, había olvidado que querías escribir una crónica y sentí que todo empezó en tu entrada a la habitación y tu encuentro con el fétido desperdicio. Ante la rabia de un tiempo pasado imaginé muchas veces finales trágicos para terribles sumisiones, pero era muy difícil y mi costumbre no era tan aburrida.
    Esto es una genialidad, amiga. Espero la próxima.

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  3. Siento un cierto deja vú en el cuento, solipsismos dialogantes, delirantes en donde la gente se me queda viendo, pero son desestresantes. Mis propios deseos reprimidos. Es curioso encontrar que aunque parece que se esta solo, no es así, hay quien escribe a quien estan solos, o la soledad misma. Gracias Maryu, mexicano de nacimiento y corazón, me presento y gracias por tus letras.

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  4. Roberto me hizo reír mucho... Creo que si no tienes deudas no debes temer a dormir acompañado.

    Gracias por leer y comentar. Un abrazo a Alejandro, cuyo nombre pertenece también al único y mejor tesoro que me dejó "El objeto de mis repulsiones".

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