Las falanges crujieron asimétricas, ése ritual de concentración usado en su mayoría por los pianistas de comic funciona irregular para los que teclean desmesuradamente. Puede ser un ruidito molesto para alguno, pero relajante para otros, es como devolver a su lugar lo que se ha desviado un poco. Sucede cuando entre la articulación ósea y el líquido sinovial se acumula una burbuja de aire, basta con una pequeña presión para que hueso y cartílago hagan estallar esas burbujas que hablan en su idioma chasquidiano, oh, cuanto relax proporciona un par de dedos sonoros.
Una vez conocí a alguien que nunca en su vida había chasqueado los huesecillos de sus dedos, y sentí pena por él, de verdad que sí. ¿Cómo se puede pasar la vida sin conocer semejante placer? Bueno, obviamente le enseñé a hacerlo, al principio se negaba con vehemencia por temor al dolor y eso me causaba risa, pero como me generaba diversión insistir, le insistí, si, fue algo doloroso al principio según admitió, y después aseguró que era una practica sin sentido, pero, cuando le tomó el gusto, entonces su perspectiva cambió, como todo en la vida, supongo.
Negación por temor, por temor al dolor, por aquellas ráfagas que nuestra memoria límbica traslada al presente con recuerdos desde los tiempos de las más dislocadas torturas. Sin embargo, existe en todos esa curiosidad intrínseca por las torturas placenteras, no incluyo al maltrato, ni estoy tratando con retórica al masoquismo, no. Lo cierto es, que unos lo reconocemos con solvencia flagrante y otros prefieren decir horrorizados: ¡oh no, yo nunca lo he pensado siquiera! Lo cierto es que ahí está, en nuestro cerebro que advierte el riesgo, el riesgo que infunde temor y el temor que supone dolor. Pero existe una clase de tortura a la que estamos condenados sin señales de advertencia, una de las formas de tortura moderna que está ligada la existencia humana desde tiempos inmemoriales. No se conoce con exactitud donde comenzó ni en manos de quién, pero se presume que fueron los asiáticos los que fabricaron este flagelo, por aquello de que adolecen de cierta emocionalidad y empatía. Aclaro; soy producto de la especulación literaria. Y no me importa.
Hablo entonces del dolor que produce el silencio, el silencio déspota y amargo, el que se lleva lentamente las expectativas de los demás, dicho sea de paso; el ser humano que nace y crece con expectativas vive, pero vive jodido, jodido per se. No sé si se trata de un problema en el sistema de comunicación del que asume ser un silencioso molesto, o quizá sea una deficiencia propia de los nacidos bajo el signo de cáncer y géminis, vale la pena acotar en este punto que el ser humano que crece creyendo en los astros vive, pero vive apendejeado, apendejeado per se. O no, simplemente, quizá, y por qué no, solo sea la más burda arrogancia que corre por las venas del silencioso psicopático.
Es esta una tortura que se ejerce a nivel mundial, que no prescribe un castigo para los que la practican, que no tiene leyes en contra, que no hay protección a la victima ni magistrados que se preocupen por ello, a pesar de que seguro, también han sido victimas de algún criminal del silencio.
¿Solución o cura? No sé si la haya, pero como primera opción podría estar bien mandar a la mierda a todo aquel que no le da la gana de expresarse, y sólo tenga para los demás su puñal invisible de carente sonoridad.
Cuándo te invite a salir un silencioso en potencia espero lo descubras antes de que sea muy tarde, da una excusa, lo de ir al odontólogo siempre funciona (otra de las formas de tortura modernas a la que acudimos sin presiones, fieles, y hasta pagamos por ello) total, siempre es bueno llegar tarde a cualquier destino torturador, o mejor, no llegar nunca.
Cuándo te invite a salir un silencioso en potencia espero lo descubras antes de que sea muy tarde, da una excusa, lo de ir al odontólogo siempre funciona (otra de las formas de tortura modernas a la que acudimos sin presiones, fieles, y hasta pagamos por ello) total, siempre es bueno llegar tarde a cualquier destino torturador, o mejor, no llegar nunca.
Hasta los huesos del cuerpo crujen y se expresan cuando están incómodos, suenan en chasquidos para relajarse, acomodarse y volver a su lugar. Entonces, ¿Por qué no puedes hacerlo tú? Anda... ¡¡Escúpelo!!
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