Historias envueltas en Niebla Espesa.
Club de los corazones resquebrajados
La mujer recostó la cabeza en la suave y acolchada almohada, su rostro húmedo por las lágrimas salobres ambientaban el momento, su nariz también lloraba hilos de mucosidad, resoplaba y retomaba el llanto, tan fácil como estrella de cine en su mejor momento.
Una más, otra, otra más y se durmió.
Al día siguiente la mujer despertó con el rostro hinchado, los ojos ardientes, los labios secos, el alma toda deshidratada. La mujer se levantó, con mucha paciencia, se duchó, quiso llorar pero no brotaron lágrimas de sus ojos rojos, sintió la angustia urgente por la voz que no llegaba, la piel que no tocaba, la sonrisa que no veía, la alegría que no compartía, las historias que no oía, los besos que no sentía, por el tic tac de la vida que se iba implacable, insolente, ganador.
La soledad, en su inefable transitar puede arrastrar todo lo que consigue a su paso, incluso lo más sólido, pero no lo hace por maldad, lo hace porque necesita compañía.
El cantar del nuevo día es imperceptible para la mujer que llora.
Al igual que la soledad... No, mejor que la soledad, la miseria es obstinadamente inmisericorde, con grandes uñas arranca la esperanza y las risas no florecen en medio de la miseria. Al igual que la soledad, la miseria no lo hace por maldad, lo hace porque necesita testigos.
El aroma de las flores es imperceptible para la mujer que llora.
La mujer comió un cereal desabrido, pensando siempre en que la figura importa, bueno, solo a medias porque el ejercicio la odia tanto como ella a si misma.
Las calorías son las fauces del diablo que gritan de felicidad cuando la mujer llora.
La mujer durmió, descansó, volvió a dormir y despertó, la mujer escuchó a lo lejos la melodía citadina y salió, el sol la saludó gustoso, la mujer respiró, levantó su nuevo rostro al viento y tarareó, tarareó una canción desconocida, no, no lo era tanto, solo era otro ritmo, otra letra, apenas nacían la notas musicales para esa nueva versión.
El mundo es amigable y sonríe para la mujer que ha dejado de llorar.
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