Historias envueltas en Niebla Espesa.
Frente al cajero automático una voz se oyó torpemente nerviosa:
-¡Me dan todas las lucas ya mismo!
Volteamos, un raquítico hombre de apenas un metro y medio nos apuntaba con lo que parecía un arma de fuego.
Asustados, con el espanto previo del poco alcohol etílico que circulaba por nuestro torrente tratamos de mediar.
-Llévate todo el dinero, pana, pero coño, baja esa vaina. No vayas a disparar...
El cajero dispensó, mis manos temblorosas apuraron a entregarle los pocos billetes que había sacado. Se los dí, y como un reflejo de protección volteé y me fundí en el pecho del hombre que me acompañaba, su corazón latía rápido, su respiración era entrecortada y profunda a la vez, su miedo olía gris.
Al ver el gesto el hombre con el arma preguntó: -¿Tú estás enamorada de este tipo? Porque si no lo estas le meto un tiro... Y si es él el que no está enamorao de ti, entonces te meto el tiro a ti.
La hipotermia recorrió todo mi cuerpo, sentí helarse cada poro de mi piel. ¿Vino a atracarnos o a medir nuestro amor?
-Todos los días amanecemos de bala... entonces dispárenos a los dos...
-No lo hago na'más porque te la das de poeta.
Vergación...
ResponderEliminar¡Mi arma... arma mía!
Eliminar